11 abr 2007

Memories

Las experiencias que vivimos en el colegio determinan en gran medida nuestra postura ante los estudios y cualquier otro aspecto vital. A principio de curso, mantuvimos un debate en clase, en el que compartimos con el resto de compañeros aquellos momentos, mejores y peores, que habíamos vivido durante nuestra etapa de escolarización. Revisando los trabajos que nos han ido sugiriendo, encontré las dos experiencias que elegí yo para compartir, y es ahora cuando lo haré con todo aquel que tenga la paciencia de leerlas.
Es de todos sabido que solo se aprende de la experiencia y que los errores o las vivencias ajenas no suelen servirnos de nada, pero siempre cabe aprender la teoría, aunque nunca la llevemos a la práctica.
EXPERIENCIA DESAGRADABLE
Después de exponer tantos compañeros sus experiencias en clase, se me vienen a la mente un sinnúmero de experiencias que no me resultaron demasiado agradables en su momento, pero si tengo que elegir, tal vez la más desagradable sea la siguiente:
Cursaba 7º de la antigua EGB. Acababa de cambiarme de colegio el curso pasado y en el cambio de clase no me había tocado con ninguno de los niños que ya conocía. Por aquel entonces era muy despistada y me entretenía con las moscas. En clase de ciencias sociales el profesor nos dejó tiempo de estudio. Yo me puse a mirar fijamente al esquema y decidí ponerme a recortar la hoja del cuaderno con cuidado, (era uno de esos cuadernos que vienen con el taladro preparado para cortar las hojas). Estaba yo muy entretenida en recortar punto a punto de la hoja, cuando una sombra se me queda delante. Miro hacia arriba y ahí está, Juan Ignacio, “el Corre”, nuestro profesor que llevaba un buen rato mirando mi operación. El profesor levanta mi cuaderno y girándolo hacia toda la clase dice:
- Mirad qué bien estudia Alejandra – con las mismas y acompañado de la carcajada general de toda la clase el profesor me devuelve el cuaderno y se sienta en su silla.
Puede que resultara una experiencia traumática en un primer momento, pero me ayudó a replantearme mi postura respecto a los estudios. Aquella iba a ser la primera y al última vez que un profesor me ridiculizaba por no estudiar. Actué en consecuencia y empecé a sacar buenas notas y a estudiar, lo que me consiguió una fama de empollona, y la consiguiente exclusión social, que me perseguiría los años siguientes, aunque no me arrepiento en absoluto.
EXPERIENCIA AGRADABLE
Así como en la mayor parte de mis compañeros, las experiencias más agradables eran las excursiones, en mi caso las experiencias agradables las vivía en la clase siempre que algún profesor me felicitaba, cosa que solía procurar que sucediera. Salía voluntaria a dar la lección, a presentar los deberes, procuraba estar atenta en clase. Recuerdo con especial cariño el día en que me libré de hacer un examen de historia. Había estado enferma y no pude ir, y la profesora que para el resto de mis compañeros era un “hueso”, me dijo que no tenía que hacer el examen, que mi nota en la evaluación sería notable, por los ejercicios presentados.

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